“La concentración de fuerzas, la energía y la firme resolución de morir con gloria, he ahí los tres grandes principios del arte de la guerra”.
Napoleón
Serán estos tres pilares los que articularán la obra de arte estratégica más conocida del pequeño cabo corso. La fugaz campaña invernal del Danubio de 1805 enfrentó a Francia contra Austria y Rusia. Una guerra no deseada pero desencadenada por los subsidios ingleses y la animosidad, casi irracional, de Alejandro I.
El controvertido Oleg Sokolov nos proporciona un análisis que van mucho más allá de la batalla en sí, que tan sólo ocupa 60 páginas de un cuidadísimo compendio de datos de 760. Comenzamos la andadura mucho años antes, cuando Bonaparte aún no lidera el Estado francés y el padre de Alejandro, Pablo, es aún Zar de Todas las Rusias. La explicación del tablero diplomático europeo es necesario para contemplar cómo el fervor anti-revolucionario se había ido apagando, sobre todo tras el final de los excesos jacobinos, y cómo las potencias absolutistas europeas volvían a regatear en sus zonas de influencia: Francia y Austria no dejarían de luchar por los diversos estados italianos hasta, precisamente, 1805. En el complicado teatro alemán, Prusia, Gran Bretaña y Francia jugarían sus cartas a través de sus diversos estados satélites mientras que Rusia, siempre perspicaz ante el movimiento polaco y con un ojo en el Mar Negro turco, intentaría hacer valer su prestigio en los Balcanes, Malta y las islas griegas.
Tras un enriquecedor y ameno repaso a las relaciones franco-rusas, de Catalina a Alejandro pasando por Pablo, con idas y venidas de diplomáticos y representantes, terminaremos con el estallido de la guerra de 1803 contra Inglaterra y el surgimiento de la Grande Armée. El campamento de Boulogne será la sala de maternidad de esta magnífica y casi perfecta máquina de guerra, a la que Napoleón dotará de una moral y efectividad nunca vistas hasta la fecha. El estallido de las hostilidades con las monarquías absolutistas nos sorprenderá, pero pronto veremos cómo 150.000 hombres vuelan de las costas atlánticas al corazón de Europa, haciendo valer esa cita legendaria de “Gano las batallas con las botas de mis soldados”.
Tras el descalabro de Mack en Ulm Kutuzov efectuará una brillante retirada por toda Austria, entregando la capital pero consiguiendo reunirse con el resto del ejército ruso. Acosado en el norte de Alemania y en Nápoles, con hordas eslavas congregándose contra él y los prusianos a punto de entrar en guerra, Napoleón buscará la batalla decisiva. Lo hará tendiendo la trampa más brillante desde que un tuerto cartaginés se ventiló 50.000 romanos en Cannas: desocupar los altos de Pratzen y desproteger el flanco derecho será el equivalente a la media luna íbera de Aníbal. El resto es historia.
Oleg no puede esconder su simpatía pro-francesa, pero tampoco lo intenta. Todos los bandos son tratados con exquisito respeto, aunque la perfidia inglesa reluce en la ridícula expedición napolitana. El valor que demuestra el soldado francés es equiparable al del del ruso, y la falta de ardor o elán austríaco es perfectamente explicado por lo forzoso de su entrada en la guerra y la desconfianza hacia sus mediocres mandos.
De su pluma seguiremos las maniobras de los diversos ejércitos y cuerpos, comprendiendo las opciones a cada momento, entendiendo los errores y maravillándonos ante los aciertos. De Ulm a Austerlitz existe todo un universo operacional trepidante, desde el contragolpe fallido de Dürrenstein a la sorpresiva captura de los puentes en Viena por Murat o la exquisita acción de retaguardia de Bagratión en Schögrabern. Adicionalmente saldremos también de la lupa de la campaña del Danubio para comprender las motivaciones y los peligros que amenazaban a Napoleón: la campaña del norte de Italia, con un victorioso Masséna en Verona que, sin embargo, liberó al ejército del archiduque Carlos para unirse a los rusos; las trepidantes y osadas acciones de los franceses en el Tirol, terreno abrupto y complicado en el que pudieron, usando la astucia, tomar varias plazas fuertes; las acciones anglo-rusas en el Reino de Nápoles, torpes e ineficaces; y los rudos movimientos diplomáticos de los rusos en Prusia, que hicieron que su adhesión a la Tercera Coalición pendiese de un hilo. Completísimo panorama general que permite la comprensión profunda de la situación politico estratégica y diplomática de los eventos.
Además de un completo orden de batalla, el libro está sembrado de diversas fuentes y testimonios, que son contrastados en todo momento, proporcionándose explicaciones plausibles para discordancias en el número de bajas, distancias recorridas o posiciones. Sin embargo, donde verdaderamente el libro brilla es en la cadencia narrativa, en el tempo, en el lenguaje usado: Oleg sabe
contar bien la Historia y puede permitirse regarla de datos sin convertirla en un pesado ensayo histórico. Encuentra el punto justo entre la saturación académica de Peter Wilson y la alegre y descuidada retahíla de suposiciones de Adrianne Mayor. se conforma, por tanto, como un historiador con el talento narrativo de William Dalrymple.
Y sí, el libro merece mucho la pena.